sábado, 27 de septiembre de 2008

Martes 23 de septiembre de 2008

11:02
Arráncame la vida
con el último beso de amor.
Arráncala,
toma mi corazón.
Arráncame la vida
y si acaso te hiere el dolor,
ha de ser de no verme
porque al fin tus ojos
me lo llevo yo.
Arráncame la vida, de un solo tajo. Arráncamela, y con ella desaparece. Arráncame la vida, para no verte más, porque contigo cerca sólo me hago daño, daño de amor. Y al final, todos somos un poco como Catalina, queriendo ser diferentes pero siempre sucumbiendo al final ante lo que somos.
Me fui ayer a ver esta película, en la atrde. Salí por mi arete y una vez estando en Plaza Boulevares me decidí por verla. Claro, al final no me corté el cabello. Ni tiempo, ni dinero. Pero mi cabello puede esperar, prefiero mil veces ver Arráncame la vida. Entré con una mezcla de curiosidad, emoción y aprensión, porque moría por ver la película pero no sabía si sería lo que esperaba. Ya en muchas otras ocasiones me había decepcionado al ver adaptaciones de libros. Mi caso más memorable es La máquina del tiempo, basada en la novela de H.G. Wells (aclaro que me refiero a la producción que salió por ahí del 2000, no recuerdo la fecha exacta). Para quienes como yo han leído a Wella y aparte visto el filme, entenderán perfectamete de qué hablo. Para aquellos que no, reduciré todo a decir que la esencia de la historia es la misma (sería el colmo que eso cambiara), pero existen infinidad de detalles, argumentos y eventos dentro de la historia cinematográfica que se alejan por completo de la original, derivando en una historia diferente. Un fiasco a mi parecer.
Así que, regresando al tema, entré a la espectativa de ver qué encontraría en esa pantalla. Y hay algo que debo admitir... no quedé decepcionado. De inicio, la música que cautiva, luego, la imagen de la Catedral de Puebla en todo su esplendor, que hace que a uno le de un vuelco el corazón ante tanta belleza. Finalmente, el broche de oro que me hizo amar aún más la película: narración y diálogos sacados textualmente de la obra de Ángeles Mastreta. Me emocioné tanto viendo la película porque era como estar leyendo nuevamente el libro y reviviendo así todas las emociones que me hizo sentir. Entre esas cabe destacar la lujuria, uno de mis pecados favoritos si he de ser honesto. Cada vez que terminaba de leer un fragmento más de Arráncame la vida, mi líbido se encontraba en niveles altísimos y sólo podía pensar en estar con César (andaba con él en ese entonces) y saciarme con él. Además es curioso, ya que yo con César era pasivo, y a veces hasta sumiso, aunque a veces quisiera rebelarme. Pero siempre al final acababa cediendo a él.
Haciendo comparación con la obra, es como si yo fuese Catalina y César fuese Andrés Ascencio. Y al igual que Catalina amaba y deseaba a Andrés a la vez que lo odiaba y despreciaba, algo así me sentía yo con César. Supongo que fue por eso que este libro me llegó tanto, y también la película. Por eso mi líbido siempre aumentaba, porque tomaba parte del deseo que siempre corroía a Catalina en su interior. Es un fenómeno interesante que reviví en la película, acompañado de otras cosas. Juro que mi corazón latía como loco mientras la veía, a cauda del torrente de emociones que experimenté. Ya no sólo por la historia en sí, sino por el resto de los factores que intervienen en una obra cinematográfica. Uno de ellos fue la música, que me llegó a lo más profundo del alma y me conmovió muchísimo. La que más me conmovió, y sin duda mi favorita, es el tema del cual la obra toma su nombre, mismo que puse al inicio de este día.
Voy al baño, regreso en un momento a seguir hablando de esto.
Acabo de ligarme a uno de los... meseros, o algo así de Sanborns. Atiende el restaurante, es de los que trae su traje y todo. Camino al baño pasé por las revistas y se me quedó viendo, y ahorita que volví a entrar al restaurante me volvió a ver. Cuando m vine a sentar se volteó para ver dónde me sentaba, y ahora que anda rondando y demás de repente voltea a echarme miradas. Y está guapo, debo admitirlo... muy guapo. Si no estuvira yp ahorita con Leo, seguro que no desaprovechaba la oportunidad. Lo sé, soy guapo, y aparte muy coqueto, así que si mezclamos las cosas ya sabemos lo que tenemos. Quizá juegue un rato más con las miradas, sólo por divertirme un poco. Y para levantar mi ego, obviamente. Se ve tan sexy... supongo que también es por el traje.
Como sea, regresando al tema inicial, estaba hablando de la canción. De inicio la conocí por el libro, pero no le presté atención sino hasta que la oí en un disco de mis papás y me gustó mucho. La oí en versión de tango, así que me gustó aún más. Entre la música y la lírica, se da una mezcla de sentimientos de amor, dolor, nostalgia y libertad. Con el tiempo la hilé a Javi y todo lo que pasamos entre los dos, en nuestro tiempo y después de. Es quizá el final perfecto para los dos dado lo que siento yo y lo que al parecer siente él. Oírla en la película fue algo precioso y más por la manera en que está interpretada.
Lo siguiente que me conmovió de la música fueron las escnas de los ensayos y el concierto de la orquesta en Bellas Artes. La interpretación de la música por parte de la orquesta es simplemente magnífica y es un regalo para los oídos. Además, con un director como Carlos Vives, cómo no va a ser magnífica la música. En especial me conmovió cuando la orquesta comienza a tocar Cielito lindo y Catalina recuerda a su difunto padre, quien siempre le cantaba dicha canción. No sé si habrá sido la música en sí o que compartí por un momento los sentimientos de Cati, pero yo también me conmoví y mis ojos se humedecieron por un momento.
Hablando de Carlos Vives, salí enamorado de su personaje. Guapo, talentoso, listo, culto, agradable, caballeroso, romántico, tierno, detallista, humorista... es como el hombre perfecto. Es el hombre que todas y todos soñamos tener, ese hombre que creamos en nuestra mente y que deseamos que aparezca un día frente a nosotros para decirnos que nos ama y nos entregue su vida. Es como una nueva versión del príncipe azul de los cuentos de hadas. Una versión mejor y más completa a mi parecer. Una versión que, por supuesto, no es real. Al menos en la mayoría de los casos.
Yo creo haber encontrado a mi Carlos Vives, pero el mío, al igual que éste, vive en la Ciudad de México. Tiene todo lo que tiene Carlos Vives, todo lo que tiene mi hombre perfecto. Se llama Oswaldo Zamora y si mal no recuerdo debe tener 21 años en este momento. Al igual que Carlos Vives, Oswaldo es músico y estudia artes. Siempre he tenido muchísimas ganas de ir a uno de sus conciertos y escucharlo tocar; aunque jamás lo he oído estoy seguro que ha de tocar precioso. Si la música de la película me conmovió tanto, la suya ha de conmoverme mil veces más sin duda. Él es mi hombre perfecto, aquél con quien quisiera estar y hacer mi vida con la certeza de que todo estará bien para los dos. Juro que de poder, no dudaría de ser su novio y estar con él. Lamentablemente, la distancia, su novio, y por ahora Leo en mi caso, impiden tan cosa. Ambos nos queremos, nos deseamos y queremos estar juntos, pero también sabemos que por ahora no es posible. Cada uno sigue su vida, porque no podemos detenerla por esperar. Quizá él sea el hombre de mi vida, no lo sé, pero quizá debamos esperar a que llegue nuestro momento, a que cada uno haya crecido lo suficiente como persona y haya aprendido lo que le corresponde. Quizá aún debemos madurar un poco más los dos si queremos que algún día lo nuestro funcione. Y no quito el dedo del renglón y quizá jamás lo haga.

No hay comentarios: